Ocho apellidos catalanes

Dirección: Emilio Martínez-Lázaro

Reparto : Dani Rovira, Clara Lago, Karra Elejalde, Carmen Machi, Berto Romero, Belén Cuesta, Rosa María Sardà, Alfonso Sánchez, Alberto López, Agustín Jiménez, Esperanza Pedreño, Josep Maria Riera, César Maroto, Betsy Túrnez, Javi Chou, Alain Hernández, María Forqué, Ylenia Baglietto, Manolo Monteagudo, Carmen Rigole, José Chaves, Sayago Ayuso, Cesc Casanovas, Jordi Llordella, Iolanda Muíños, Txabi Franquesa, Pep Sais

Nacionalidad: España

Año: 2015

Duración: 99 minutos

Género: Comedia Romántica

Las alarmas de Koldo se encienden cuando se entera de que su hija Amaia, tras romper con Rafa, se ha enamorado de un catalán. Decide entonces poner rumbo a Sevilla para convencer a Rafa de que lo acompañe a Cataluña para rescatar a Amaia de los brazos del joven y de su ambiente.

Qué tenemos si unimos la última comedia española con varios tópicos regionales y el tema de actualidad? Pues el resultado es Ocho apellidos catalanes.

Con 60 millones de euros recaudados, el director Emilio Martínez-Lázaro no podía dejar escapar la gallina de los huevos de oro. A nadie se le escapa que la serie Allí Abajo nació para aprovechar el tirón de la película, por ejemplo. Aunque sus creadores aseguren que tenían la idea de mucho antes.

Si en la primera veía el choque cultural entre la España del norte y la del sur, haciendo gracias sobre el tema, para la ocasión se intentó lo mismo, cambiando vascos por catalanes. Que la independencia estaba de moda en ese momento y así se sacaban chascarrillos sobre el tema. El problema está cuando se crea un producto a marchas forzadas, sin un guion claro y sin ideas, que es exactamente lo que le pasa a esta película.

Para empezar, se carga a la primera entrega. Todo lo que vimos es papel mojado, pues obvia totalmente el final. Todo lo que ha vivido Rafa, el protagonista, no ha servido para nada. No ha mejorado como persona. Amaia, por su parte, parece no tener las ideas claras, se va a Sevilla para darse cuenta que se vive mejor en el País Vasco. Ambos personajes lucharon por una historia de amor, que directamente se rompe al principio de la película. Todo para que haya una excusa para viajar a tierras catalanas. Pues parece que esta muchacha no tiene claro sus ideas. Quiere vivir en su tierra natal, pero a la mínima que se enamora, para otra comunidad que se va.

Como no podía ser de otra manera, aunque es el propio Rafa quien rompiera la relación, al ver que su ex novia va a casarse le entran los celos, se da cuenta que la quiere, que la tierra no es tan importante y para Cataluña, a parar una boda. A partir de este momento, la película, que ya hacia aguas, cae en picado y sin frenos.

La excusa para que Rafa se tenga que pasar por catalán, es que la abuela del prometido de Amaia, Pau, cree que Cataluña es independiente, debido a que tiene alzhéimer y ha sido engañada por la familia. Pues antes de morir, quiere ver la primera boda en el nuevo país.

Como es de esperar, con este planteamiento, estamos ante la típica comedia de enredos, con triángulos amorosos y mal entendidos. El problema, dejando de lado que la premisa hace una peineta a la primera película, es que ni los actores, ni el director ni la propia película sabe hacia dónde va. Parece como si el director se hubiera puesto a rodar sin guion, sin tener nada claro. Pensaria con meter cuatro gracietas, como que la nueva moneda catalana se llame butifarras, habría bastante.

Así nos encontramos a personajes como Pau Serra interpretado por Berto Romero, al cual le da igual todo. ¿Que se presenta el exnovio de mi prometida sin avisar? Pues me hago amigo de él y que pase la noche en mi casa, hombre. Que soy un hombre moderno y los celos son cosa del pasado. Uno incluso se pregunta si Berto está actuando, o simplemente hace de él, como si estuviera en el show de Buenafuente. Aunque en ese caso, tendría algo de gracia.

El resto de personajes, más de lo mismo. De aquí para allá, sin tener claro como conseguir sus objetivo. Soltando algún chascarrillo, alguna gracieta y poco mas. Todo para esbozar alguna sonrisa, como mucho, mientras uno ve un guion más que manido, que podría ser la secuela de Ocho apellidos vascos, como cualquier episodio de La que se avecina. De no ser una secuela, seguramente hubiera durado un fin de semana.

Ocho apellidos catalanes es todo un ejemplo de la afirmación, las segundas partes nunca fueron buenas. Cuando un producto se realiza sin alma, sin una idea fija, con la sola intención de sacar todo el dinero que se pueda en el primer fin de semana, a rédito de una primera parte exitosa, nos encontramos con esto. Una comedia que no hace reír y que no vale la pena perder nuestro tiempo.